miércoles, 2 de octubre de 2013

La isla de tu vida.




Cuando todo comienza a brillar bajo las aguas del océano negro, ves reflejado una estrella. Bajas, bajas, y sigues bajando, hasta ver, que en realidad lo que verdaderamente quieres esta allá fuera, en la superficie.

Empiezas a subir, metro a metro, y te empiezas a dar cuentas de cosas que no viste en ese momento en el cual te sumergiste. Ves el agua mas cristalina, te fijas en las rocas hundidas donde, gracias a las concavidades de la superficie de la roca se encuentran viviendo pequeños peces. Algunos, buenos, otros malos, unos necesarios para la vida, otros,... otros los cuales no tienen tipologia, son peces.

Subes y subes, llegamos ya a la superficie, una superficie calmada, en cuanto a la realidad aparente hace que creas pensar que es así. Empiezas a salir del arrecife y cual es tu sorpresa, se encuentra un niño chico. Un niño que tiene tu mismo color de pelo, tu mismo color de ojos, tu mismo lunar...

¿Seré yo?

Puede ser que sea tu pasado, quien, por elecciones mal intencionadas, se fue a llorar al rincón mas lejano del mundo conocido, quien se fue a refugiar, ya que tu, en ese momento, no pensabas en ayudarle, en guiarle, en amarle...

Miras un poco mas en la parte profunda de la selva, buscando tu ropa. Pero no encuentras esa ropa que te caracteriza, si no un espejo. Un espejo en el cual te reflejas. Reflejando todo lo que verdaderamente piensas de ti. Tu cuerpo feo, ves esa boca que no te gusta, esos ojos horribles, un cuerpo gordo, un cuerpo mal nutrido, un cuerpo malformado. Tu cuerpo. Tu reflejo. Tu vida.

Corres sin rumbo alguno, ves que el único lugar donde puedes estar seguro es en el océano. Te tiras, y olvidas.

Claramente en el océano, empiezas a nadar, alejarte de esa isla llamada vida. Intentas alejarte de tus ideas, denominadas peces. Olvidas tu pasado, reniegas del presente... y buscas, buscas una vida mejor. Mientras que ves que te arrugas. Te vuelves viejo. Y sin saberlo, ya, te quedas sin fuerzas, ya, mueres.

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